El Espejo del Inframundo

Oculto en la selva de Guatemala, un espejo negro muestra algo más que reflejos. Quienes lo miran ven su propia alma atrapada en Xibalbá… y jamás regresan.

8min.

Imagen: DALL·E

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Adán JP

Imagen : DALL·E

La jungla de Guatemala esconde secretos que nunca debieron ser descubiertos. Entre las ruinas de un antiguo templo maya, cubierto de raíces y sombras, se encuentra un espejo negro, un portal a un reino que no pertenece a los vivos. Los ancianos lo llaman Xibalbaj Etz’an, el Espejo del Inframundo. Dicen que no refleja lo que somos, sino lo que seremos al cruzar el umbral de la muerte.

No muchos conocen su historia, pero hay quienes han oído hablar del rey Ah Kakaw, el último gobernante de la ciudad de Dos Pilas. En su afán de alcanzar la inmortalidad, buscó el favor de los dioses del Xibalbá, los señores del inframundo maya. Se dice que realizó sacrificios inimaginables, entregando incluso la sangre de su propia familia. Como recompensa, le fue concedido un regalo: un espejo de obsidiana tan negro como la noche, con el poder de mostrar lo que el alma oculta y lo que el destino reclama.

Pero Ah Kakaw cometió un error. En su arrogancia, miró dentro del espejo y vio algo que ningún hombre debía ver. Su reflejo se distorsionó, su piel se marchitó y sus ojos se llenaron de un vacío oscuro. Dicen que gritó con el terror de mil almas condenadas y que su cuerpo cayó sin vida en el suelo del templo. Pero su alma… su alma quedó atrapada dentro del espejo.

Desde entonces, el Espejo del Inframundo permanece oculto, custodiado por la selva, esperando nuevas víctimas. Algunos exploradores han intentado encontrarlo, guiados por la ambición y la incredulidad, pero aquellos que han llegado hasta él nunca han vuelto. Se dice que quienes osan mirarse en la obsidiana no ven su reflejo, sino algo mucho peor: su propia alma desvaneciéndose en el Xibalbá.

Los chamanes advierten que cuando la luna brilla más de lo normal y el viento se detiene en la selva, el portal se abre. Si un viajero incauto encuentra el espejo y se atreve a mirarlo, primero verá su rostro… luego verá su muerte… y finalmente será reclamado por el Inframundo.

Aún hoy, los habitantes de las aldeas cercanas evitan acercarse a las ruinas de Dos Pilas. A veces, entre los árboles, se escucha un susurro, como si alguien estuviera atrapado entre dimensiones. Otros han dicho que, si te detienes en la entrada del templo y te quedas en silencio, puedes ver una sombra moverse dentro del espejo, como si algo al otro lado estuviera esperando ser liberado.

Pero lo más aterrador es que, de vez en cuando, el espejo aparece en otro lugar. No es fijo, no tiene dueño. Se manifiesta donde menos se espera, buscando a alguien nuevo para reclamar. Algunos han dicho haberlo visto en cuevas, en casas abandonadas e incluso en sus propios sueños.

Si alguna vez caminas por la selva y encuentras un espejo negro en medio de las ruinas, no te acerques. No mires. Y sobre todo, no dejes que tu reflejo se pierda en la obsidiana.

Porque si lo haces… jamás volverás.

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